Wednesday, October 24, 2007
Ya sólo falta lo más difícil
Una de las ideas de escribir este blog era no tener que estarle contando lo mismo una y otra vez a los invitados de la boda sobre los por menores de la organización. El asunto es que muchas veces me han preguntado “¿Y cómo van? ¿Ya tienen todo?”, a lo que yo me he dedicado a responder atinadamente: “Ya está todo, sólo falta lo más difícil”, seguido de “en el blog te puedes enterar”. Obviamente yo contesto completamente sin malicia y con toda inocencia, pero lo primero que piensan es que lo más difícil para mí es firmar y que qué poco tacto tengo. Los que me conocen bien saben que una de estas dos cosas es cierta… lo del tacto, pues hasta dicen que tengo tacto de muñón. Pero en lo otro sí están bien equivocados, no me costará nada de trabajo ni dudaré tantito a la hora de firmar mi enlace con Moni. A lo que me refiero cuando digo que falta lo más difícil es que todavía falta pagar la boda. Afortunadamente empezamos a planear la fiesta con mucho tiempo de anticipación, y así hemos podido dar anticipos y ahorrar para que la pachanga sea en grande y justo como la queremos. A
Monday, October 22, 2007
Alianzas, anillos...
Pero jamás enlaces, como tuve a bien preguntar en una joyería hace unos días. Imaginarán la cara de what que me puso la vendedora, pero acostumbrada como ha de estar a que los clientes tengan todo menos la razón, supo descifrar a lo que me refería.
Y es que, ansiosa como soy, mi siguiente punto en la lista de pendientes para la boda era dar con los anillos de boda adecuados, por lo que en más de una ocasión ahora sí arrastré a Arnulfo para buscarlos. Llevábamos semanas con un modelo en mente, lo habíamos visto ya en el aparador de una tienda y nos los habíamos probado de volada una mañana de domingo. Aunque a los dos nos gustó, una parte de mí no estaba del todo convencida de que fuera el ‘correcto’, pero no dije nada. Mientras Arnulfo daba por resuelta la compra, yo me dediqué a curiosear por cuantas joyerías, catálogos y aparadores se me pusieron enfrente, hasta que terminé por embotarme. Quiso entonces mi ritmo de trabajo que no tuviera tiempo más que para ir a la oficina, medio descansar y, de paso, dejar por un rato el tema en santa paz.
Con la mente despejada (al menos la mía), hace un par de días retomamos el hilo de la búsqueda y nos lanzamos a una tienda nunca antes visitada. La señorita nos mostró una charola repleta de modelos, pero lo mío fue casi, casi ‘amor a primera vista’, porque lo puse en mi dedito, puse el respectivo en el de Arnulfo y dije ¡Yes! Que luego demostrara mi desconocimiento absoluto de las reglas no escritas de una boda, neceando con la señorita que era el mío el que debía llevar grabada la 'M' (como si fuéramos a confundir los anillos por su tamaño), es otra cosa.
Hablo en singular porque, aunque al futuro mareado también le gustó el dichoso modelito, con su franqueza adorablemente demoledora me dijo que como era yo quien sin duda sí lo usaría, tenía un poquito más peso en la decisión. Porque, si a mí me ha costado trabajo hacerme a la idea de usar diario un anillo (por más significado que tenga), a Mr. Las-joyas-me-dan-repelú, ni hablar. Así que hagan sus quinielas: ¿logrará Arnulfo usar el anillo de casado más de dos semanas? Yo digo que, antes de perderlo, me dirá cuánto me ama, pero que prefiere guardarlo en su cajita. M
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