Thursday, August 23, 2007

Y despues...¿que?


Tengo la sospecha de que muchos de los nervios y la ansiedad (y emoción, claro) que acongojan a las novias antes de ‘el gran día’ es, además de que la cosa salga según lo planeado, cómo será la vida de casados. Porque si algo es cierto es que amar a alguien sin vivir bajo el mismo techo es una cosa muy diferente a hacerlo cuando lo compartes. Eventualmente, terminas por conocer una parte de la otra persona, e incluso de ti, indómita. Pero, tomando en cuenta que en marzo Arnulfo y yo cumpliremos seis años de vivir juntos (sí,¡seis!) la vida después del ‘sí, acepto’ no debería causarme ningún tipo de angustia o sobresalto. Menos después de habernos derrumbado y recimentarnos.
Hasta ahora, a seis meses de llevar un anillo en mi dedo anular izquierdo, así había sido. Aunque desde hace unos días, cuando caí en cuenta de que para nosotros, después de la boda y la luna de miel, no habría ese tipo de novedad, sí he reflexionado qué nos espera y cómo quiero vivir nuestra relación. Definitivamente, no como un par de esclavos del trabajo, con sus jornadas y pendientes interminables, para convertirnos en un completo par de extraños dentro de equis años; tampoco como un muégano impenetrable cuyo mundo se reduce a nosotros dos, y acaso Taco; ni hablar del hombre y la mujer que tienen en común la misma cama y estilos de vida solitarios y por separado; y, mucho menos, como una pareja a la que los hijos terminan por congelar en el tiempo. Supongo que por eso ahora, más que nunca, me he cuestionado las razones que durante tanto tiempo me han inclinado a querer eternizar nuestro estatus de pareja dinky (double incoming & no kids). ¿Es realmente una convicción de vida o más bien el temor a ser ‘como dentro de unos años’ (como le dice Mafalda a sus padres en una de sus tiras)? Hasta donde he rascado, parece que es más lo segundo que lo primero. Y, siendo así, el mío no será el caso de la ‘novia’ nerviosa-ansiosa-emocionada por iniciar su vida de casada y lo que eso implica en muchos niveles, pero sí el de una mujer, más que nerviosa, emocionada (y sí, un poco ansiosa) por las grandes sorpresas que, más allá de la vida, uno mismo puede darse. Que no son pocas, valga decir. M

Monday, August 13, 2007

Algun bache teniamos que pasar


Cuando esto de casarse parecía ser cosa fácil, después de pensar y organizar cada detalle de la boda y de que Moni y yo hemos estado de acuerdo en prácticamente todo... cuando parecíamos estar del otro lado, nos topamos con el tema de qué canción vamos a bailar. Éste sí ha sido un problema, sobre todo porque nos consideramos melómanos de tiempo completo. Uno pensaría que al tener cierta cantidad de música, sería fácil encontrar la adecuada; pero la verdad es todo lo contrario. La canción que vamos a bailar es la misma canción que dentro de 30 años vamos a decir "Esa es nuestra canción". Por lo tanto no puede ser cualquiera. Por ejemplo: Moni ha propuesto canciones de los Beatles, pero la canción con la que me quiero acordar de ese momento no es una rola ñoña de unos chavitos que sabían componer pero nunca aprendieron a tocar. Otras de las propuestas de Moni han sido de Frank Sinatra pero tampoco me gustaría compartir canción con la mitad del mundo pues todos bailan a Sinatra. Además tiene que ser algo que no requiera de mucha habilidad pues tengo la gracia de un gato borracho y sin bigotes. Afortunadamente todavía tenemos 6 meses para encontrar una canción que lo tenga todo, o 6 meses para que Led Zeppelin se reúna, escriba, grabe y edite una canción. Al paso al que vamos, vamos a terminar bailando algo de los Misfits o de Janis Joplin. Por eso es que si alguien tiene una sugerencia, será bien recibida y analizada. A

Thursday, August 9, 2007

De ambos dos


Últimamente me he topado mucho con el comentario ése de que la boda es más una fiesta de la novia que del novio, que, al final, es una quien realmente disfruta el numerito. Un comentario que me ha llevado a reflexionar cómo estamos viviendo nosotros el proceso, a pensar cómo viviremos ese día. No voy a decir que somos y seremos la excepción a la regla, pero tampoco puedo decir que soy yo quien tiene la sartén por el mango en este asunto, tampoco que la fiesta esté tomando más forma de mi lado. Y eso es algo de lo que me di cuenta gracias a la perspectiva de un viaje de trabajo.
Cierto que a mí se me da más aquello de la dramatización que a Arnulfo, pero a él lo percibo tan involucrado y emocionado con esto del bodorrio como lo estoy yo. A su modo, me parece que también se sorprende disfrutando del periodo prefiesta. Y puedo decirlo porque de lo que hasta ahora tenemos listo, nada lo he hecho yo sola. Hemos vivido mañanas y tardes de fin de semana memorables seleccionando música ad hoc a nosotros, haciendo cuentas, calculando las botellas necesarias para una borrachera digna, buscando los amenities, sumando o restando invitados… Aunque creo que lo más memorable es que, como pareja, esto de hacerle a los wedding planners nos ha servido para entendernos mejor. A la hora de la hora, puede que sea yo quien suelte sus lagrimitas de cocodrilo (y por ende le saque las correspondientes a amigas y parientes), pero las posibilidades de que ambos disfrutemos la fiesta por igual son altas. O al menos eso pienso teniendo en cuenta que cada uno invitará a igual número de invitados, que los gastos y las tareas han sido parejas y que ambos hemos aportado tiempo, esfuerzo y ánimo, pero, sobre todo, porque la idea de una fiesta surgió, más que como trámite social, con la verdadera intención de celebrar que estamos juntos. M